(Desfile de disfraces de los peques en las fiestas del cole)
Estoy como alterado, sin sueño, parece que mañana desfilo yo en lugar del peque. Sin embargo no tengo en la cabeza los pasos del baile ni a cuántos metros estoy de la compi con la que me hubiera gustado bailar. No.
Tengo en mente la cicatriz de Frankenstein, la desordenada, grosera y anárquica puntada en su frente.
Me asalta la imagen aérea de la falla de San Andrés o la submarina de la fosa de las Marianas, dos pliegues enfrentados, a ratos distantes, a ratos retorcidos y caóticos. Unidos por un hilo invisible que sin embargo desgarra la corteza terrestre dejando de nuevo otra cicatriz.
Quiero dormir, pero no cruzan por mi cabeza corderitos. No. Lo hacen chungoumpalumpas que se descojonan de mí.
Llevo varios días procrastinando. Sé que el deadline ha llegado. Sin embargo como quien se toma otra copa pensando que a la siguiente le pide el móvil y por contra se mimetiza más si cabe con la barra. En el sentido literal. En horizontal. Pero a la altura del suelo. Retraso el momento óptimo en el que todavía había margen para una actuación digna.
Me armo de valor y cojo aguja e hilo. Me lo han puesto difícil. Uvedoble blanca y mono negro. Da igual qué hilo use. La puntada va a trascender.
En este arte no soy nuevo, nací autodidacta: por necesidad. Me regalaron una mochila de pequeño claramente lowcost y después de mi primera experiencia de bajar del monte con ella en brazos con las correas descosidas decidí que no me volvía a pasar. Desde entonces llevaba aguja e hilo. Y desde la segunda vez que me pasó una aguja más grande e hilo de pita. A la tercera tiré la mochila por un barranco y me compré una buena.
La tensión es alta, probablemente autoimpuesta, la consigna: no cagarla. No es cierto. Es imposible. Bajamos el listón: objetivo pasar desapercibido.
El otro día me hablaba mi pareja de su lucha diaria laboral en un mundo de hombres donde a veces se le trata con condescendencia y paternalismo. Y yo pensé: qué exagerada. Ahora aguja e hilo en mano pienso: tío, con suerte se van a descojonar pero no esperes condescendencia, como poco te van a destripar.
Así que aquí estoy, aguja e hilo en mano. La primera, es cierto, vista cansada no; tengo los ojos como Bob Esponja. La segunda, cuando consigo enhebrar y el jolgorio se apodera de mí, me llevo la mano para ajustar las gafas que resbalan con las gotas de sudor desde lo alto de mi nariz y zas! pinchazo que te va y el hilo que se escapa como una lagartija. Tercero, vamos a hacerlo bien, puntadas juntitas y homogéneas que parezca un trabajo profesional. He sido previsor y he cogido un montón de hilo. Un montón de hilo que tras la puntada 25 se hace un bonito nudo y ya no pasa y ahí se queda descojonándose de nuevo de mi el umpalumpadeloshuevos. Cuarto, vamos a ser menos pretenciosos y hacemos unas puntadas así como más espaciaditas. Lo importante es que la distribución sea homogénea. Ja ja ! Tras un trabajo brillante y todo "motivado" al 80% de trabajo casi finalizado detecto que me falta la parte de atrás del mono. Del puto mono que he cosido de una pieza junto con la "W". El umpalumpa ya no se tiene de pies, ha perdido la vergüenza y está tirado en el suelo doblado por la mitad. No me queda claro si está preso de un ataque de risa o me está directamente haciendo twerking. Quinto, puntadas las justas, lo importante realmente son las esquinas, a tomar por culo la homogeneidad, viva el mestizaje y la heterogeneidad, llegados al interior de la "W" trazo sin rubor un acueducto de lado a lado y miro al umpalumpa con la cara de que como te vuelvas a descojonar te pongo las rayas del revés. Ya está. Trabajo finalizado. De esta me quitan la custodia fijo.
Mañana hijo nada de carreritas ni agarrones, procura ir con los brazos cruzados que me ha dicho andereño que eres umpalumpabonaparte. En el baile cariño recuerda que los vascos somos comedidos y unitroncos. Si ves a amatxu dile que te lo has cosido tú, que la psico ha dicho es fundamental para tu autoestima. Y si ves a un umpalumpa descojonándose de ti no te preocupes que papá lo rocía con Napalm y hacemos que parezca un accidente.